viernes, 15 de agosto de 2014

UNA TARDE DE LLUVIA

Una tarde de  lluvia
a la salida de la fábrica,
esperando al autobús,
un hombre me habló de amor.

Me contó que de nada servía arrullar a los pájaros
que sólo reconocían el sonido de sus aves,
pero que él tenía el canto osado y peregrino
y que cuando cantaba,
ella, abría las ventanas
y un aire huracanado paría un trino
de suspiros nocturnos
y ponía un vahído
en las bombillas hambrientas de la noche.
Me habló de su casa
y me hizo un recorrido por las veredas de su mujer;
una tarde que el autobús
caminaba despacio por  la tormenta.

Me dijo que él era el amante pobre,
que no tenía nada que llevarse a los sueños,
pero que tenía la llave del armario de sus caderas
y la clave del candado de su boca.

No sé si lo dijo exactamente así,
pero sus palabras me sonaron tan poéticas
como las gotas que morían sobre su paraguas.
No dejó de hablar de aquella mujer
hasta que llegó su autobús y se subió a él

Fue una historia que olvidé,
que colgué de esa percha
con forma de interrogación
que guardamos siempre en la memoria.

Pero hoy que el viento
ha movido las perchas desnudas de mi armario,
he recordado que una tarde de lluvia,
de mucha lluvia;
a la salida de la fábrica,
esperando al autobús,
un hombre me habló de amor.

EL CASCABEL DE LOS GATOS
Ya no iluminan mi balcón
los ojos de los gatos y creo que es,
porque se han dado de baja
en el sindicato de los tejados.
Parece ser que ya
nadie les quiere poner un cascabel.
Y es que no es fácil, dicen ellos,
categóricos.

Ahora que los gatos duermen en colchones
y no hay peligro de que pierdan
ni cuatro ni seis vidas de un trompazo; 
es posible que ahora,
sean los vecinos
los que se hayan subido al tejado a rebelarse.
Sí ellos, los que viajan siempre sin paraguas,
mientras las nubes descargan
su despótica lluvia.    

Ya no hay sitio para los gatos
sobre las tejas de las casas
y yo reivindico
su poético maullido en la noche,
su solidaridad con la famosa gata de Liz Taylor
y su caliente tejado de zinc.

Que suban ellos, gatos huidizos,
para que puedan dormir tranquilos
a la luz de sus ojos,
los hombres en sus camas.





lunes, 11 de agosto de 2014

ELLA NADA SABÍA

Ella nada sabía,
sólo intuía y a veces sospechaba.
Cuando el día venía solitario y tranquilo
se sentaba a escribir y
a rogar a sus folios que trajeran historias.

Entonces invocaba la oración de los versos.
Se encomendaba a Lorca
y encendía el ordenador como si fuera una vela
en la noche piadosa.

Pero las palabras, las letras se escondían huidizas.
Corrían por la nada,  separadas y solas
y de nada servía perseguirlas a gritos.
A veces se juntaban y hacían una frase que traía un
rumor para enfadar al viento.

Sólo ella sabía que las letras jugaban sus burlonas jugadas;
porque no era ella quien hablaba de amores,
de engaños, de celos, de dolores del alma.
Eran ellas las letras
las que clavaban criminales espinas
en los días perversos.

Ella nada sabía, sólo intuía y a veces,
distraída y cansada con los ojos perplejos
se dejaba arrastrar por las blancas praderas
y un rumor de palabras le venía al oído.

Eran ellas las letras, que a veces se juntaban,
o la dejaban sola abandonada a su suerte.



sábado, 9 de agosto de 2014

NO QUIERO LAS FALDAS DE LA NOCHE


No quiero las faldas de la noche
con sus volantes de luna,
ni el collar esotérico del arco iris
en el escote de las magas,
ni el mar, tampoco el mar,
con su vaso espumoso y su cosquilleo suave.

No quiero el carcajeo del  torbellino
con el remolino alegre,
ni esos amarillos de los girasoles
que vieron los ojos de  Van Gogh.

No quiero el éxtasis de las poesías,
ni las palabras; ¡Que se las lleven todas!
como se las lleva el viento,
a fumaradas, con jadeos de primaveras.

Porque no quiero el grito injusto, ni la guerra;
esa cama de asfalto que se viste de rojo,
ese ángel desertor que abandona las cunas
de los inocentes.

Porque lo que quiero,
es preguntarle al cielo endiosado,
por qué se ha dado la vuelta y no nos mira.



MI PRIMER POEMA

Mi primer poema fue,
la sirena de una fábrica al amanecer.

Las ventanas encendidas de la calle
cuando sale a pasear
la noche desvelada.

Mi  poema es, la vieja escalera
empinada y difícil,
como una escalada al cielo
donde se abre una puerta con el Sagrado Corazón.

Mi buena vecina , que se le paró el tiempo,
una tarde de besos y de adioses y
se enterró en casa para perderse de vista.

El tendero de la esquina, que casi siempre está borracho
y me sonríe embelesado cada día
desde el país de Baco.

El tendero cuando está sobrio no sabe quién soy
y yo prefiero que no me recuerde,
aunque no sé bien por qué.

Mi poema son los ojos que me miran,
las voces que me hablan,
el saludo cortés que me acaricia los dedos
y el roce de tus labios en mi cara.




domingo, 3 de agosto de 2014

LA TIENDA DE LOS ARREGLOS.

Siempre parece que hay una esperanza
de recuperar las cosas gastadas,
rotas, deshilachadas.
Ese pantalón que ya te viene grande
porque se cedió con el uso y el abuso continuado.
Esa falda que era como un guante
y cómplice de tus afectos
y que, un día, se rebeló en tu cintura
con insolencia inusual.
.
Prendas como amigos o personas que un día quisiste
y en las que pusiste tus ilusiones y tus ganas;
pero que, un aciago día, así, sin más ni más
dejaron de tener cabida en tu vida y en tu casa.

Siempre parece que hay una esperanza
de arreglar un descosido,
de planchar una arruga rabiosa;
de disimular una quemadura en la camisa
en una noche de cigarros y tabernas.
De poner un parche al despotismo,
a la autocracia;
a esas cosas horribles que,
sin saber cómo,
mancharon un día tu traje de fiesta

La tienda de los arreglos está para eso.
Te anchan, te estrechan, te ajustan,
y te ponen una flor
donde antes estaba
la mancha de una pluma,
la huella de una cerveza,
el vino de una boda que te partió las piernas,
el dolor agudo de una decepción
y… ¡Ya está!

En principio ya todo está igual,
si no fuera por esa flor que te molesta
y de la que no te fías;
una flor a la que ya no le quitarás la vista de encima;
no vaya a ser que un día se descosa
y recuperes de nuevo
la vieja mancha que nunca se fue.

Una flor, por la que deberías

comprarte ropa nueva para empezar de nuevo.