viernes, 15 de agosto de 2014

UNA TARDE DE LLUVIA

Una tarde de  lluvia
a la salida de la fábrica,
esperando al autobús,
un hombre me habló de amor.

Me contó que de nada servía arrullar a los pájaros
que sólo reconocían el sonido de sus aves,
pero que él tenía el canto osado y peregrino
y que cuando cantaba,
ella, abría las ventanas
y un aire huracanado paría un trino
de suspiros nocturnos
y ponía un vahído
en las bombillas hambrientas de la noche.
Me habló de su casa
y me hizo un recorrido por las veredas de su mujer;
una tarde que el autobús
caminaba despacio por  la tormenta.

Me dijo que él era el amante pobre,
que no tenía nada que llevarse a los sueños,
pero que tenía la llave del armario de sus caderas
y la clave del candado de su boca.

No sé si lo dijo exactamente así,
pero sus palabras me sonaron tan poéticas
como las gotas que morían sobre su paraguas.
No dejó de hablar de aquella mujer
hasta que llegó su autobús y se subió a él

Fue una historia que olvidé,
que colgué de esa percha
con forma de interrogación
que guardamos siempre en la memoria.

Pero hoy que el viento
ha movido las perchas desnudas de mi armario,
he recordado que una tarde de lluvia,
de mucha lluvia;
a la salida de la fábrica,
esperando al autobús,
un hombre me habló de amor.

EL CASCABEL DE LOS GATOS
Ya no iluminan mi balcón
los ojos de los gatos y creo que es,
porque se han dado de baja
en el sindicato de los tejados.
Parece ser que ya
nadie les quiere poner un cascabel.
Y es que no es fácil, dicen ellos,
categóricos.

Ahora que los gatos duermen en colchones
y no hay peligro de que pierdan
ni cuatro ni seis vidas de un trompazo; 
es posible que ahora,
sean los vecinos
los que se hayan subido al tejado a rebelarse.
Sí ellos, los que viajan siempre sin paraguas,
mientras las nubes descargan
su despótica lluvia.    

Ya no hay sitio para los gatos
sobre las tejas de las casas
y yo reivindico
su poético maullido en la noche,
su solidaridad con la famosa gata de Liz Taylor
y su caliente tejado de zinc.

Que suban ellos, gatos huidizos,
para que puedan dormir tranquilos
a la luz de sus ojos,
los hombres en sus camas.





lunes, 11 de agosto de 2014

ELLA NADA SABÍA

Ella nada sabía,
sólo intuía y a veces sospechaba.
Cuando el día venía solitario y tranquilo
se sentaba a escribir y
a rogar a sus folios que trajeran historias.

Entonces invocaba la oración de los versos.
Se encomendaba a Lorca
y encendía el ordenador como si fuera una vela
en la noche piadosa.

Pero las palabras, las letras se escondían huidizas.
Corrían por la nada,  separadas y solas
y de nada servía perseguirlas a gritos.
A veces se juntaban y hacían una frase que traía un
rumor para enfadar al viento.

Sólo ella sabía que las letras jugaban sus burlonas jugadas;
porque no era ella quien hablaba de amores,
de engaños, de celos, de dolores del alma.
Eran ellas las letras
las que clavaban criminales espinas
en los días perversos.

Ella nada sabía, sólo intuía y a veces,
distraída y cansada con los ojos perplejos
se dejaba arrastrar por las blancas praderas
y un rumor de palabras le venía al oído.

Eran ellas las letras, que a veces se juntaban,
o la dejaban sola abandonada a su suerte.



sábado, 9 de agosto de 2014

NO QUIERO LAS FALDAS DE LA NOCHE


No quiero las faldas de la noche
con sus volantes de luna,
ni el collar esotérico del arco iris
en el escote de las magas,
ni el mar, tampoco el mar,
con su vaso espumoso y su cosquilleo suave.

No quiero el carcajeo del  torbellino
con el remolino alegre,
ni esos amarillos de los girasoles
que vieron los ojos de  Van Gogh.

No quiero el éxtasis de las poesías,
ni las palabras; ¡Que se las lleven todas!
como se las lleva el viento,
a fumaradas, con jadeos de primaveras.

Porque no quiero el grito injusto, ni la guerra;
esa cama de asfalto que se viste de rojo,
ese ángel desertor que abandona las cunas
de los inocentes.

Porque lo que quiero,
es preguntarle al cielo endiosado,
por qué se ha dado la vuelta y no nos mira.



MI PRIMER POEMA

Mi primer poema fue,
la sirena de una fábrica al amanecer.

Las ventanas encendidas de la calle
cuando sale a pasear
la noche desvelada.

Mi  poema es, la vieja escalera
empinada y difícil,
como una escalada al cielo
donde se abre una puerta con el Sagrado Corazón.

Mi buena vecina , que se le paró el tiempo,
una tarde de besos y de adioses y
se enterró en casa para perderse de vista.

El tendero de la esquina, que casi siempre está borracho
y me sonríe embelesado cada día
desde el país de Baco.

El tendero cuando está sobrio no sabe quién soy
y yo prefiero que no me recuerde,
aunque no sé bien por qué.

Mi poema son los ojos que me miran,
las voces que me hablan,
el saludo cortés que me acaricia los dedos
y el roce de tus labios en mi cara.




domingo, 3 de agosto de 2014

LA TIENDA DE LOS ARREGLOS.

Siempre parece que hay una esperanza
de recuperar las cosas gastadas,
rotas, deshilachadas.
Ese pantalón que ya te viene grande
porque se cedió con el uso y el abuso continuado.
Esa falda que era como un guante
y cómplice de tus afectos
y que, un día, se rebeló en tu cintura
con insolencia inusual.
.
Prendas como amigos o personas que un día quisiste
y en las que pusiste tus ilusiones y tus ganas;
pero que, un aciago día, así, sin más ni más
dejaron de tener cabida en tu vida y en tu casa.

Siempre parece que hay una esperanza
de arreglar un descosido,
de planchar una arruga rabiosa;
de disimular una quemadura en la camisa
en una noche de cigarros y tabernas.
De poner un parche al despotismo,
a la autocracia;
a esas cosas horribles que,
sin saber cómo,
mancharon un día tu traje de fiesta

La tienda de los arreglos está para eso.
Te anchan, te estrechan, te ajustan,
y te ponen una flor
donde antes estaba
la mancha de una pluma,
la huella de una cerveza,
el vino de una boda que te partió las piernas,
el dolor agudo de una decepción
y… ¡Ya está!

En principio ya todo está igual,
si no fuera por esa flor que te molesta
y de la que no te fías;
una flor a la que ya no le quitarás la vista de encima;
no vaya a ser que un día se descosa
y recuperes de nuevo
la vieja mancha que nunca se fue.

Una flor, por la que deberías

comprarte ropa nueva para empezar de nuevo.

domingo, 27 de julio de 2014

EN LA NOCHE

Ahora  mi cama
parece la cuna de un bebé
él abraza mis sueños
y me mece en su cálido cuerpo.
Qué diferencia del anterior,
aquel  que siempre me mantenía en vilo,
surcaba mis entrañas
y me hacía ver de cerca las estrellas.
Y sobre todo, la música,
¡Ay! aquel sonido de carcajada chirriante
al compás de mis lamentos.

Al caer en el centro de sus profundidades
él me ceñía  con sus brazos de acero
y yo golpeaba sus costillas rotas,
sus hierros, como dientes ansiosos,
mordiendo el caramelo de la noche.

Era una lucha a muerte, un duelo en la madrugada.
Yo le odiaba tanto como él amaba mis ojeras.
Cuántas veces quise cambiarle por otro,
y le daba la vuelta para que no gruñera.
Hasta que,  ¡Por fin!  ¡Se acabó! y le dejé marchar
envuelto en celofanes de  abandono.
Nunca más volví a saber de él…

¡Ay mi colchón!  ¡Mi viejo colchón!
El no  era tranquilo, así que él
no estaba en la tranquilidad de mis noches y
sin embargo, por qué será que ahora
me duele, que no me duela nada
donde antes me dolió.

Eso lo dijo una mística.
¿Seré yo una mística?
Para ser una mística,
sólo hay que creer en los misterios.


CUANDO NACE UN AMOR.

CUANDO NACE UN AMOR.

Cuando nace un amor, ¡Estás de fiesta!
y hasta la más sombría estrada de tu  barrio
huele a vino y flores,
sabe a  abrazo y beso.

Cuando nace un amor,
las vecinas de tu calle  se agolpan para verle
y  les crece un recuerdo en las entrañas.

Todo lo anterior,  se difumina.
Se quitan las viejas fotos
y  se limpian las huellas de tus sábanas blancas,

Cuando nace un amor ,
se te queda grabada la hora en la memoria
y hasta los relojes corren más deprisa.

Paladeas golosa el sabor dulce de sus dedos
y vuelves a tener ¡catorce años!
con el mismo asombro, con la  risa nueva.

Cuando nace un amor,
se estrena piel, carne, sangre, vida.


GLORIOSOS LOS POETAS.

GLORIOSOS LOS POETAS

Gloriosos los poetas porque
tienen un cable suelto,
un cable conectado a la luna y las estrellas.

Gloriosos los poetas de todos los tiempos
que buscan el amor, la palabra ausente,
en el jardín vacío de las  alegrías

Gloriosos, porque  como un mes de mayo afloran sus
hojas y palpitan los corazones
incluso los de aquellos que rumian las tristezas

Gloriosos los poetas que son
como  un día de sol, que son como los nardos
y crecen y crecen  , y hacen saltar  de emoción los botones
de la camisa en el pecho de los  incrédulos.

Gloriosos porque  como una oración, como un beso,
brotan  como un manantial
y les  esperamos, les  aguardamos en el árido desierto
de las ansias,
en la madre cuidadosa, en el  trabajador exhausto,
en el ocioso,  el pensador , en  el frívolo y el místico

Gloriosos los poetas, que son como Diciembre
blancos y negros,
tristes y alegres como la nieve.

Gloriosos los poetas  que son como la vida, como la muerte,
que nos llenan de amor y desamor
y nos hunden en su mar de papel.

Gloriosos los poetas que son como un Enero
y comienzan, comienzan cada año,
aunque ya se hayan ido.

Gloriosos los poetas que viven en nosotros,
gloriosos porque sufren , porque penan,
pero nos iluminan con palabras de luz.
  

CITA ROMÁNTICA.



No te preocupes, yo te esperaré,
sentada, bolso en mano, medias negras,
sombrero negro,
ojos negros, pestañas negras, collar negro,
todo negro, sí;
no sé decirte bien por qué, no me preguntes.

Creo que llegarás en primavera,
o en verano, o en otoño
o hasta puede que en invierno.  No lo sé.

Te esperaré en el banco de la esquina
en el banco de piedra, no en el otro
donde te quedas siempre hasta las tres.

Te aguardaré ocho o diez minutos
quizá treinta o puede que sesenta
o puede que noventa o hasta cien.

Deja el teléfono en la casa,
aunque te dejo que me llames
de ocho a diez, o de once a doce
siempre antes de las quince y el café.

Quiero un ramo muy gordo de petunias;
pueden ser doce o quince,
veinte o treinta,
con alguna margarita y un clavel.

Ponte el traje negro de los lutos
o mejor el gris marengo que compré.
No te pongas la camisa roja a cuadros
ni el vaquero aquel que te guardé.

Tiene que ser una cita muy romántica.
Tú sabrás cómo lo haces, piensa bien.
Te voy a esperar toda esta vida
o hasta puede que la otra. No lo sé.  


CORAZÓN DE BUHARDILLA.


Tienes un corazón de buhardilla
y guardas tantas cosas en él
que cuesta dar un paso
sin tropezar con todas tus historias;
recuerdos hechos retratos, trapos viejos
y trastos, sin procedencia reconocida.
El mío, mi corazón, está en un primer piso
y aunque le pega mucho el viento
y a veces va y viene revoltoso,
se luce igual que los geranios,
rojo y parlamentario
con todos los bichos voladores.
El mío, mi corazón,
a merced del rocío, del sol, de la nieve,
de la lluvia y del frío
se desgasta con dolencia resignada
y se toma su pastilla por la mañana
para seguir aguantando revolcones.
Para el tuyo, oscuro, alto, misterioso
hace falta una escalera temeraria.
Hoy, he subido yo, a tu corazón de buhardilla.
Hay sombras desde donde escribo esto
y torpes ventanas,
desde donde diviso a duras penas
los anónimos lunares de luz,
puntos encendidos e impenetrables.
En este punto claroscuro de película,
descubro con sorpresa, una penumbra interesante,
una media luz, picante y protectora,
una tranquilidad guardiana de espantos.
Una placenta para gestar un verso.
¿Sabes? Creo que voy a dejar mi planta baja
cuando lleguen los fríos del invierno
y me voy a mudar a tu buhardilla,
con mi corazón de geranio.

sábado, 26 de julio de 2014

LOS VERSOS DE LAS MADRES


Los versos de las madres
son oraciones,
cantinelas que te cuelgan con pinzas
en las cuerdas del alma.

Sus murmullos,
vuelan de azotea en azotea
y tienen connotaciones sabias
y cantos de niñas viejas.
Las versos de las madres
son a los hijos,
como los rulos a su cabeza,
y cuando lloran,
lloran por todos los versos olvidados,
por los incomprendidos,
por los no escuchados,
por todos los versos perdidos.
Sus estribillos de madre
se mecen en la cuna de tu cuerpo
y llegan a tus labios cuando menos lo esperas;
haga frío o calor,  en tus miedos, en tus alegrías
y en la más profunda de tus amarguras,
siempre, pase lo que pase,
vuelve su letanía repicando en tus oídos.

En tus días felices y en los tristes,
aunque ya se hayan ido,
siguen ahí, alegrando el segundo,
o atormentando el recuerdo,
y están en la lágrima
y en el clic de las copas cuando brindas.

Sus versos pasan de generación a generación
con toda la fuerza de la naturaleza.




BAJÓ UN DÍA LA ESPERANZA





Bajó un día la esperanza a la orilla del  río,
buscando un respiro carente de congojas.
Esperaba ver una botella  con un mensaje enamorado,
un madero, que mecieran las aguas, en su cuna  romántica.

Bajo un día la esperanza en la noche cerrada,
buscando un mendigo de ojos  temblorosos
sin nombre y apellido en la memoria,
que le cantara una nana de labios olvidados.
Esperaba un sigilo, una intriga cómplice,
un eco sabio y cantarín,
un resquicio de algo donde apoyarse un rato.

Sólo estaban las aguas
con sus reflejos de farolas como puntos suspensivos.
Esperaba encontrar un roce
sacudido de una vieja chaqueta,
un beso escapado de algún abrazo huidizo,
una sonrisa en busca y captura.

Esperaba la esperanza  el regocijo
como una niña espera  su muñeca
o un anciano la cometa del sol.

Pero allí no había nada
quizás acaso, alguna triste despedida.
Una piedra, una cuerda,
de algún suicida rajado y temeroso;
una herida  de hilvanes descosidos,
una ausencia viva en las entrañas,
gaviotas peligrosamente unidas.

Allí no había nada que oliera a primavera,
sólo estaba la niebla cubriendo los vacíos,
sólo estaban las ondas desahuciadas del mar,
sólo estaba la pena, triste y sola,
aguardando su abrazo,
sólo estaba la angustia a golpe de teléfono
llamándola  insistente,
sólo estaba el coro mudo de los desesperados,
los abandonados, los pobres, clamando su nombre.  

Bajó, bajó un día la esperanza, a la orilla del río,
a cantar a sus aguas.



BAJAD ESTRELLAS MUDAS



Bajad estrellas mudas,  
os lo digo a vosotras
que os cosieron al cielo niñas  bobas
con hilos blancos de amoríos
enredados entre los dedos.
En mi calle hace años
que se rompieron las farolas
y no las arregla nadie,
ya es mucho trabajo vivir todos los días; 
por eso, quizá, negros presagios
os aúllen en alguna alcantarilla;
un gato escondido de un perro voraz.
A veces en mi barrio hay nubes caprichosas
que mojan sólo a uno.
Puede pasar que un grano solitario os persiga,
o un dolor de cabeza, como un clavo.
Puede pasar también
que una mujer escapando del frío,
se meta dentro de un fogón encendido.
Algunos, os advierto,
llevan puesto siempre un grito negro
encima de su labio,
como el bigote de un tirano.
¡Qué miedo! ¿Verdad?
Os aseguro que yo cuando los veo
me tiembla hasta el flequillo,
pero, vosotras, no tengáis miedo,
igual alguien al veros,
descubre su cabeza,
se quita la vieja visera
y os tiende su brazo tatuado.
¡Quien dijo que la tristeza pobre
 no era elegante! 
que sólo la rica, es melancolía,
inspiración de poetas,
esos amigos vuestros
que cenan con la luna.
Sacaos bien el brillo
 y bajad un poquito,
¡Tampoco todo es malo!
Hay gaviotas muy listas
que vuelan todas juntas
y amores que crecen y crecen
igual que malas hierbas.
Sabemos llorar, reír, cantar y, además,
estáis tan lejanas
 y somos tan buenos que,

¡Hasta os hacemos versos! 

TE BUSQUE.



Te busqué en el bamboleo de las flores,
en el tambaleo beodo de las caricias,
en los desolados brazos de las enamoradas,
y entre las fúnebres  lápidas
del camposanto de mi pueblo.

Te busqué en el pan de oro de los benditos,
entre las felices adúlteras expulsadas de los fogones,
en las lunas torcidas de los compases rotos
y entre las caras asustadas de mis primeros retratos

Te busqué en el silencio que respira
el aire embalsamado de los besos,
y en las ondas de pelo que dividen
las ideas que trasnochan
en la almohada  de tu cama.

En la brisa que se desliza
por los dedos que acarician libros viejos.
Entre  los poemarios de todos mis amigos,
entre los tebeos de mi abuela.
En las rayas de la mano de mis brujas amigas,
en la vida, en la muerte.

Te busqué también en los colores del arco iris.
En el rayo  altanero de los vendavales.
En las ciudades eclécticas.
Entre las fichas de Dios.

Te busqué por mil sitios
y  sólo te encontré
entre las afligidas teclas de mi ordenador.

Mira por donde ¡Allí estabas!

A TU LADO



Voy a estar como siempre solícita a tu lado,
mis manos de espuma acariciando tus olas
y  en el beso sagrado de tus labios dormidos
los  míos serán  aves que regresan al nido.

Verás como de pronto, tus ideas se aclaran;
farolas encendidas lucirán en tu mente.
Te arrancarán sonrisas, te arrancarán abrazos
y allí estaré yo, dormida como siempre.

Aquí descansa ahora dirán los más queridos;
aquí yacen sus versos, papeles,  qué más da.
Se marchó como vino, por las aguas saladas
en un día cualquiera, viajando por el mar.

Por el mar de la vida, por ese océano inmenso,
de  mujer nada más;
donde rompen las aguas que nos traen a la orilla
y  llega hasta los ojos por aquel que se va.

Dormida como antes,  en un reposo eterno
volaré   hasta tu rostro, yo,  paloma invisible
y   tendrás junto a ti un aroma de azahar
y   un brisa de otoño  soplará tus pestañas

y  creerás que me fui para no regresar.  

PÍDEME.



Pídeme que se apague la diminuta luz de la vela
que aguanta el soplo  de los besos,

Quítame la miel que se disuelve en la humedad
de la lluvia de mi paraguas
y esas perlas del agua entre los dedos.

El aroma del fuego al pie de la memoria.
Pídeme ;
la presunción inocente de los condenados
y este tintineo alegre de mis llaves sin puerta.

Pídeme el jadeo de los espíritus en mis oídos;
El recorrido lento por las veredas
que  son tan hermosas como estampas de Dios.
Róbame las huellas, los rastros,
los bocetos del tiempo punteando en la frente,
y esta codicia del viento
que se lleva las hojas de los otoños.

Llévate la esencia que no muere
y la libertad de mis tardes de sol,
cuando aguardo tu vuelo
ansiando tu llegada,
ese revoloteo tuyo
entre los pétalos blancos de mi cuaderno,
mariposa de luces, que vienes y vas.


NO SÉ QUÉ SERA



No sé que será que cuando te miro
me vuelan palomas en mi nido inquieto;
no sé yo que tienes que cuando te escucho
yo siento en mi oído tu voz tan lejana
cual el eco mudo de la noche amada.

No sé que será que calienta el frío
y hasta el viento sopla dentro de mi abrigo.
No sé yo que tienes que aún suave la espera
me inquieta el segundo que te tengo cerca.

Este sentimiento valiente y cobarde,
se irrita y se endulza con el mismo aire
y ahí vamos tú y yo, entrada la tarde,
uno con desgana, el otro con hambre.

No sé que será que no corre el tiempo
y hasta tiene telas el viejo teléfono.
Así yo, sedienta, jugosa a la vez,
mis ojos inclino al ver un ciprés

DILE QUE NO.



Tú, que por ser mujer
ya eres entraña de la historia,
y musa de los tiempos;
si un día cualquiera, como tantos días,
a ti mujer, como a tantas mujeres,
alguien te dice con la voz imperiosa,
que eres sólo tú su clavel,
la flor presa a su solapa,
mírale a los ojos y ¡Dile que no!

No vaya ser que el osado que se atreva,
quiera libar el zumo de tus hojas.
Dile, que tienes orgías de
dioses guerreros alentando tu cuerpo,
moviendo el brazo que se alza
al son del dulce baile,
elevando las caderas
que galopan al viento,
apremiando la idea,
acechando el momento
de ganar tu batalla de mujer,
libre y segura.

Dile, que no quiera,
ni por tan sólo un segundo,
cortar tu tallo verde
para tenerte cautiva,
como triste planta que no mira el cielo,
¡Dile que no!
que tú, tienes noches sin puertas
y lunas que te cobijan
y faldas que vuelan felices
a la llamada de un beso enamorado.
¡Díselo!


EL CUENTO DE LA SEÑORA BENIGNA.



Las cerezas de la señora Benigna
brillan todos los años,
es igual que sea invierno que verano
que les dé el sol o la sombra
o el charol de la noche.

Las manzanas de la señora Benigna,
son como las manzanas del cuento;
rojas, espectaculares, provocadoras.
Esta mujer, ni bruja ni maligna
es ella, sólo ella, la señora Benigna.
Las frutas de su vidriera dan el pego,
centellean, relumbran,
iluminan el humilde escaparate,
como las eternas sonrisas con su cuento inmortal.

Pero un día hace muchos, muchos años
cuando las manzanas nacían en los árboles
y caían golpeadas por el viento,
la señora Benigna, ni bruja ni maligna,
con su dedo alargado
apuntando a la nariz de los mocosos
avisó del engañoso brillo,
del mentiroso reclamo  de sus frutos.

Entonces aprendí, hace ya mucho tiempo,
cuando en los campos de mi barrio
crecían los frutales,
y los lirios perfumaban los delirios;
entonces, sí, entonces me enteré
del tramposo esplendor eterno de las cosas.

Y así, muy de repente, me hice adulta
porque uno siempre se hace adulto
cuando se desenamora
y yo lo hice de las manzanas,
de las cerezas sin sombras de mi calle,
y de todos los falsos lustres ilustrados.

Por eso también, a partir de entonces,
mi espíritu se ablanda,
se enternece, se arruga como una manzana,
se endulza como una cereza,
cuando la señora Benigna,
ni bruja ni maligna,
camina hoy, paso a paso, cogida de mi brazo.

Sí, como cuando en los campos de mi barrio
crecían los frutales
y los lirios perfumaban los delirios.


EL PASEO



Yo salí de las cuatro paredes de mi casa
para respirar el aire bondadoso de la calle
y vi a las mujeres abrazando a sus hijos
a los amantes abrazando al amor
y a las soledades que se daban la mano.
Yo los vi como se ve una película
en una gran sala a la luz de la luna.

Contemplé sus rostros, sus bolsas de la compra,
pegadas a sus cuerpos como una segunda piel
y me imaginé  sus gustos, sus costumbres,
qué libros, qué ropas, qué zapatos
construyendo una vida.

Descubrí a dos amantes juntos, acaramelados,
furtivos y apasionados
y me compré un collar que me hizo juego
con la noche.
Hablé con mi sombra dibujada en la acera
y con mis espíritus
y les abroché los botones sueltos de los recuerdos.

Todo eso lo hice en una tarde,
una de tantas, una de esas tardes más,
que caminan solas por el tiempo
preñadas de días, de horas,
de soles y  de sombras;
hasta que por azar me encontré contigo
y te miré de frente,  con sorpresa
y una gran sonrisa,
como si no te llevara dentro de mí. 

Y entonces noté que, de mis piernas crecían mariposas,
como alas que de mis manos volaron tiempo atrás,
y nos besamos y nos dijimos adiós, igual que tantas veces,
pero esta vez despacio, de puntillas, como quien no quiere la cosa,
y yo te vi alejarte, como se aleja un hijo,
con una tenue  lágrima y un dulce bienestar.


YO TENGO UNA RISA TONTA.



Yo tengo una risa tonta, una risa
que me quiebra por dentro.
Es entonces cuando rompo con ese alambre
que recorre mis nervios y los distorsiona.

Risa nerviosa, con sabor dulce y amargo,
cascada de emociones rotas,
de espuma y lágrimas.
Cuando la palidez del rostro se pinta de color
y de la caverna de nuestra boca, brota
ese estertor de muerte y parto de la risa tonta.

Por eso yo tengo una risa tonta; porque necesito
arrancar de mis entrañas las criaturas vivas
de los miedos.
Porque necesito soltar y hacer vibrar los músculos que
un día yacerán rígidos.

Yo tengo una risa tonta, porque prefiero llorar de risa,
por mí, por él, por todos los necios del mundo que ni
sienten ni padecen, pero sí hacen que los demás lo hagan
y desgarrar así la tensión que me producen.


Pero también tengo una risa tonta cuando me enamoro
y me vuelve esa emoción de atardecer;
ese rubor que sube hasta mi cara y me libera de la
cabeza a los pies y brota como un manantial la carcajada.
Pero es sólo cuando dejo de reír y sonrío, agotada y 
feliz, cuando doy gracias a Dios de haber nacido.

Como si ese dolor convulsivo de mis propias entrañas
me pariera de nuevo.
Fijaros si es tonta mi risa, que me río de los muertos y
los vivos. Más de los vivos, ya lo siento. Del que ejerce
su poder mirándome a los ojos.
Me río en el silencio, en la represión, en la tiranía.
Me río de los que no nos dejan que lo hagamos
libremente y pretenden que sea por mandato.
Y yo por esa sensación de libertad y por más cosas,
por contagiarte también con la alegría,
tengo una risa tonta, tonta, tonta.


PESADILLA DE VERSOS.


Versos enredados, ensortijados, confusos,
letras enfrentadas, palabras del revés
como vecinas enfadadas,
con parapetos de flores en los balcones.
Así eran algunos de los poemas que yo soñé,
en aquella noche agitada  por el viento.
Está claro que aquello fue una pesadilla,
porque yo sabía que el verso era libre
y que era hermoso como huellas de Dios.

Pero allí el poema era sólo una máscara, un  sombrero,
un traje a medida para lucir en las tardes de fiesta.
Los versos eran pulseras de quita y pon,
guantes donde esconder las garras,
jeroglíficos secretos, oscuros, impenetrables.

Fue una pesadilla, una noche en la que,
en lugar de soñar con brujas, como siempre,
soñé con versos.
Pero esos no eran versos,
eran sólo sus sombras,
eran sólo las negras baladas;
porque yo sabía que el verso era bello
yo sabía que el verso era hermoso.
Por eso  los busqué;
busqué a los verdaderos versos
detrás de las cortinas, detrás de los disfraces
y de los ojos de los mentirosos
y de los falsos dioses.

Y los encontré, los encontré
entre las telas abandonadas de la justicia,
de la compasión, de la tolerancia
y en la sensibilidad altruista de los generosos.
Allí estaban y allí los dejé.

Y me parece que busqué,
que busqué también entre los poetas…, no lo sé.
Aquello fue un sueño, está claro,
una noche en la que,
en lugar de soñar con brujas, como siempre,

soñé con versos.

NO FUISTE ESPINA DE AMOR

No fuiste espina de amor,
no te mereces baladas,
hasta para ser espina
hay que ser afortunada.
Te hablo desde la carne
desde la herida que sangra
y te digo, que no hubo espina de amor
que me arrancara más lágrimas.
Los hombres y las mujeres
me parecían bobadas,
bobadas los altos montes
y no digamos ya nada,
las lunas con sus poemas
y sus historias tan largas.
Allí te tenía yo, atrapada,
allí tú y yo, las dos solas,
entre la vida y la nada.

Mañana, manos de arcángel
me dormirán en sus alas
y arrancarán tu raíz
pobre espina desgraciada.

Pensé que sólo tendría cabida la alegría,
pero llegaste tú, curiosa y puntillosa,
desde los anchos mares hasta los dulces ríos,
a comprobar de cerca
el porqué de las risas y los cantos.

No, no fuiste espina de amor,

ni loca, ni enamorada.

MUJER SIN ROSTRO

Inspirado en una foto de Chema Madoz
(Mujer con copa de vino)

Si pudo Eva
tentarle a Adán con una manzana,
si pudieron lozanas vírgenes
comerciar con sus flores,
o Mata Hari acechar entre danzas
 escondida en  sus velos,
¿Por qué no vas a poder tú, mujer sin rostro,
Eva camuflada, probable espía,
doncella de blanco vestido,
¿ofrecer el vino de tu mesa?

Si pudieron los celosos censores
mutilar los besos, los suspiros,
en pro de tramposas integridades,
por qué no iba a poder  el autor,
con su cámara, cortar tu cabeza,
y resaltar así,
el pubis también tramposo de tu copa.
Tu cabeza…, tu cabeza misteriosa,
posiblemente ingenua y de tierna sonrisa,
posiblemente obscena.

Pareces también apasionada amante todo el día,
asesina por horas,
portada de novela erótica, de novela negra,
con el cuerpo del delito sobre tu cuerpo.

Pero dime, quién se atrevería, así, sin más
a beber de ese triángulo tuyo explícito y peligroso;
quién sería el detective osado,
el amante valiente, el valiente suicida,
que acercara sus labios
al dulce jarabe, o veneno mortal.

Si puede una verde planta crear la duda,
por qué no vas a poder tú,
Antonieta surrealista y decapitada,
despertar la sospecha,
con tu provocativa ofrenda de sexo disfrazado.



LA PLAYA



Mi paseo va al mar,
 y tiene una lluvia de hojas doradas en Octubre,
cuando las estaciones hacen su tránsito 
y los ánimos cambian a capricho del viento.

Hoy he visto la playa vacía
y me he fijado en su arena;
hace tan sólo un mes,
antes de que un soplo huracanado
hiciera cerrar los ojos al verano;
una alfombra de cuerpos ,
bañadores de colores,
sombrillas, risas con sabor a limón
y una música de manos mojadas,
aleteaban, sobre la cabeza rubia de la playa.

Sin embargo, hoy,  es oscura la arena,
dura y negra en su abandono;
con esta melancolía salpicada de otoño,
me parece más grande la playa sola,
como un mantón olvidado hasta el próximo año,
un gigante durmiendo en soledad.

No oigo a los jilgueros en las ramas caladas,
pero mi paseo tiene una lluvia
de hojas ocres, tiernas y libres
que unos árboles esqueléticos,
como brazos generosos
lanzan sobre mis pies para consolarme.

Es triste la playa vacía,
es como una madre,
o como un gran árbol silencioso
que aguarda impaciente el trino de sus aves.

Es un abrigo húmedo, sobre los hombros de Octubre.






ROSAS CON CELOFAN



Estoy yo descuidada tejiendo primaveras
y entráis por mi puerta a decorar mi casa;
eso sí, agradezco esta intención igual que una sonrisa;
vosotras, rosas sin tierra, ni raíces
que os auguren lluvias, mimos y  tardes soleadas;
venís con el olor rancio de todo lo que acaba.

Miedo me da que el que las vea luego, si las ve,
esté triste, muy triste,
con una tristeza larga y ancha igual que una avenida;
miedo me da, que se mire en ellas buscando analogías,
pobres rosas, que llegáis  con la belleza colgando de los días,
y vuestro Mayo roto , a perturbar mi estancia,
adornada de recuerdos.

Os mostráis ante mí efímeras y hermosas,
con el sudario puesto de celofán brillante.
Rosas sin vida de espinas testarudas
que duran lo que dura la herida que causáis;
¿Quién os hace llegar ,
ya muertas a mis brazos  y al agua de mi fuente?
para haceros durar igual que a un mal amor,

como si no supiera abrazar las flores del jardín