martes, 3 de julio de 2012

NO ERA ALEGRE LA DIVA



Ella iba siempre como una vedette años cincuenta,
me dijeron que se vestía así para engatusar al miedo.
Me lo contaron después,  cuando dejé de ser delicada
ropa tendida y comenzaron a sacudirme las tormentas


No era alegre la diva , pero podía dar gato por liebre,
lo sé porque a su paso se oían a lo lejos  los  aullidos;
No, no era la casualidad, era el coraje y era el riesgo
de tener enfrente a las orejas del lobo.


Teñida de rubio, con gafas de sol, marcando las hechuras
sus formas de mujer y de futuro, curvas valientes
que auguraban progresos y un perfume dulzón
en una calle vestida de negro con olor a lutos y mantillas.

Ella era la extranjera, los colores dorados de las
nuevas banderas, de los nuevos libros,
la maga agorera que venía con sigilo y de puntillas
vestida de vedette para entretener al miedo.

 No sé como hubiera sido mi niñez
sin ese aire que pasaba todos los días
por debajo de mi ventana y dejaba círculos,
espirales de besos que decían te espero.



Begoña Iribarren

MARIA SE DUERME.

María tiene una risa ausente de niña vieja,
una lágrima fija afincada en un ojo
y un sueño despierto.

Lleva una toquilla como una telaraña
y una falda con flecos de penas,
de años y fatigas hasta los tobillos.
A veces le crece, se alarga, se estira,
tela negra que muerde los suelos.

María sospecha;
le teme a Diciembre, Enero y Febrero;
al cuchillo helado del frío de invierno,
y cierra los ojos y duerme, supongo…
Cuando esto sucede, baila la cabeza,
danza el blanco moño
y mece recuerdos vestidos de olvidos.

¡Escucha María!
¡Despierta las ansias que ya es primavera!.
¿No oyes el latido? ¿el pulso del campo?
El viento trae flores
y coloca rosas
en las cunas de la aldea.

¡No llores mujer! ¡que no son agujas!
te pinchan las yerbas en la romería.
No tiembles por Dios, que no pasa nada,
no son batas blancas, ni azules, ni verdes: 
son tus bellos prados, tu cielo azulado,
tu sol de Castilla.

No vendrán sirenas a ponerte un llanto,
ni un suspiro herido de espiga vencida.
Tranquila María, que llega el verano
a devolverte la risa envuelta en agostos.

¡No cierres los ojos! ¡no temas las luces!
¡que son las estrellas!

SERES CORRECTOS

Seres correctos, de rígidas solapas.
Hombres y mujeres
con traje de chaqueta
y risa con la raya bien centrada.
Yo pude ser uno de esos impecables,
con un discurso ajustado y oportuno.
Un ser quiosco
con revistas toleradas al gusto del consumidor,
pero no quise.

¡Qué dirán nuestros ancestros!
Nos recordaban diariamente los seres correctos.
Yo hubiera querido ser un ser correcto
a la altura de Machado, Miguel Hernández
y de tantos más, que dejaron su voz en las alturas.

Yo hubiera querido ser el jefe apache,
el arriesgado aventurero, el malo en la película.
La loca enamorada de los libros quemados.
El pintor valiente y denunciante
de los campos de genocidio.
El fiscal acusador
de la  triste, fecunda e inoportuna cigüeña

Yo hubiera querido ser
el coetáneo de todos ellos
con foto enmarcada en la vitrina,
junto a las floreadas tazas del café
y el misal de la primera comunión.

Yo hubiera querido ser eso,
el beso prohibido,
el incómodo viento
que sacude las calles eclécticas e imposibles;
ése, el que destapa las estatuas vestidas,
las estatuas correctas de los seres correctos.


Begoña Iribarren